Aun recuerdo aquella llamada a las ocho de la mañana diciéndome que corriera, que te ibas.
Jamás noté pasar las horas tan rápidas y a la vez tan lentas. Rápidas porque el tiempo se acababa y lentas porque noté que no llegaba.
Cuando entré en esa habitación me encontré a mi madre con lágrimas en los ojos. Me contó como habías pasado la noche y lo que había dicho la enfermera. Al instante, ví tu cara, tu cuerpo, medio dormido, respirando con dificultad. Desde ese momento tardaste 45 minutos en dar tu último aliento. Todo y que nos diste tres sustos. En ese momento mi madre se despidito de ti. Ver la imagen de mi madre salir llorando de la habitación me hizo derrumbarme, pero no debía. Que minutos. Nunca había estado tan indeciso en querer algo. Quería que acabara todo, que dejaras de respirar, pero a la vez, cuando volvías a tomar aire mi corazón sufría de alegría porque aun estabas. Todo acabó, llegó un momento en el que ya no volviste a respirar. Ese fue el momento en el que nos dijiste adiós, y te despediste demostrando lo que tú eras. Un hombre fuerte que ni la muerte casi, podía con él. En ese momento no quería llorar. No te podías ir con esa imagen, además, estoy seguro de que no te hubiese gustado que lloráramos. Bajé en busca de mi madre, y me vas a tener que disculpar pero me abracé a ella y rompí a llorar. En ese momento descargué todos los nervios, toda la furia, toda la incomprensión, el dolor, el cansancio de cinco meses de lucha.
De ese día ha hecho ya seis meses y vuelvo a tener la misma sensación, el tiempo pasa tan rápido pero tan lento. Solo hace seis meses pero parece que haga una eternidad que todo pasó.
Desde entonces, cuantas noches he soñado contigo… cuantas veces estas en mi recuerdo…
Me tranquiliza el pensar que ahora estas bien, que nosotros lo hemos hecho bien, y sobretodo, me da ganas de hacer cosas el pensar que estarías orgulloso de todas y cada una de las que hago.
Jamás noté pasar las horas tan rápidas y a la vez tan lentas. Rápidas porque el tiempo se acababa y lentas porque noté que no llegaba.
Cuando entré en esa habitación me encontré a mi madre con lágrimas en los ojos. Me contó como habías pasado la noche y lo que había dicho la enfermera. Al instante, ví tu cara, tu cuerpo, medio dormido, respirando con dificultad. Desde ese momento tardaste 45 minutos en dar tu último aliento. Todo y que nos diste tres sustos. En ese momento mi madre se despidito de ti. Ver la imagen de mi madre salir llorando de la habitación me hizo derrumbarme, pero no debía. Que minutos. Nunca había estado tan indeciso en querer algo. Quería que acabara todo, que dejaras de respirar, pero a la vez, cuando volvías a tomar aire mi corazón sufría de alegría porque aun estabas. Todo acabó, llegó un momento en el que ya no volviste a respirar. Ese fue el momento en el que nos dijiste adiós, y te despediste demostrando lo que tú eras. Un hombre fuerte que ni la muerte casi, podía con él. En ese momento no quería llorar. No te podías ir con esa imagen, además, estoy seguro de que no te hubiese gustado que lloráramos. Bajé en busca de mi madre, y me vas a tener que disculpar pero me abracé a ella y rompí a llorar. En ese momento descargué todos los nervios, toda la furia, toda la incomprensión, el dolor, el cansancio de cinco meses de lucha.
De ese día ha hecho ya seis meses y vuelvo a tener la misma sensación, el tiempo pasa tan rápido pero tan lento. Solo hace seis meses pero parece que haga una eternidad que todo pasó.
Desde entonces, cuantas noches he soñado contigo… cuantas veces estas en mi recuerdo…
Me tranquiliza el pensar que ahora estas bien, que nosotros lo hemos hecho bien, y sobretodo, me da ganas de hacer cosas el pensar que estarías orgulloso de todas y cada una de las que hago.
Gracias por haber estado conmigo durante años, y espero que nunca me abandones.
De alguien que te quiere.
No hay comentarios:
Publicar un comentario